lunes, 12 de julio de 2010

VALORES

Aprendamos a convivir en paz desde la primera infancia!!!




Bien se sabe que el aprendizaje de valores es un camino. Podemos intentar implementarlos a través de un libro, transformarlo en una aventura existencial o hacer de él un viaje organizado. Los resultados serán muy diferentes según el método elegido, así como también lo será el nivel de aburrimiento de profesores y niños, según el camino que recorran juntos. El mejor aprendizaje es el activo, pero necesita una guía que respete los procesos personales de cada uno.

En los contenidos básicos de los programas de enseñanza, encontramos bloques específicos acerca de la enseñanza de valores, que son reconocidos universalmente porque están basados en la dignidad de la persona y la naturaleza humana. Así, se promueve el bien, la búsqueda de la verdad, la convivencia, la solidaridad, amistad, comprensión mutua, la tolerancia, la honradez, y muchos más. Se enseñan todos los valores posibles pero, a menudo, separadamente, como bloques de un tema fijo.

Sin embargo, en todas las áreas se aprenden valores, y éstos no se enseñan como temas separados y repitiéndolos, sino que deben ser vividos en la vida cotidiana de la sala y de la institución. Esta transformación curricular se debe realizar en una forma diferente, flexible en el uso de tiempos y espacios, en la que los docentes y alumnos aprendan en equipo y participen activamente en el proyecto institucional.

Estos temas preocupan a la sociedad y preparan al sujeto para formar una personalidad crítica, autónoma, capaz de defender sus derechos y respetar a los demás. No deberían ser agregados yuxtapuestos a otras áreas, sino que deberían darse a los temas cotidianos una óptica nueva, en profundidad, para dar sentido e interés a esas mismas áreas.

Frente a estas posibilidades, se nos plantea el tema de cuáles valores priorizar a la hora de decidir en forma concreta qué enseñar. La selección de los contenidos y el énfasis en uno u otro valor va a depender de un diagnóstico que tenga en cuenta el nivel evolutivo de los chicos, así como el cognitivo, el moral, el afectivo, el contexto social y cultural en el que están inmersos, y la indagación de las preocupaciones de cada grupo específico en cada institución. La elección de qué valores enfatizar debería, así, realizarse a partir de las preocupaciones de nuestros niños.

La comunicación… un mundo hecho no sólo de palabras


En el desarrollo de la vida, en cualquier lugar en el que estemos y por ende, también dentro de la institución educativa, se pone en juego de manera permanente la comunicación.

Debemos tener en cuenta que la misma no es solamente verbal, sino que los gestos, movimientos corporales y faciales también están comunicando; de allí la expresión tan conocida y divulgada de que “es imposible no comunicar”; ya que aún sin pronunciar palabra, sin realizar el más mínimo movimiento ni el más diminuto gesto, estamos comunicando, por lo menos que no queremos comunicarnos.

Desde ya, especialmente cuando hablamos de niños pequeños, es el lenguaje corporal el más significativo y aquel al que debemos estar sumamente atentos.

Un cambio de actitud, caprichos, rebeldías, conductas agresivas, deberán ponernos alerta de que algo le está sucediendo a nuestro niño.

Evidentemente el jardín de infantes es uno de los lugares donde rápidamente se evidenciarán este tipo de conductas y es por ello sumamente importante prestar especial atención a las observaciones que realizan los profesionales de la educación que trabajan diariamente con nuestros hijos.

El tema de la comunicación es de mucha importancia, ya que será más adelante, cuando estos pequeños de hoy se conviertan en los adolescentes del mañana, donde más nos preocupará que la misma se de entre ellos y nosotros.

Es justamente por ello que, sin duda, debemos fomentar la comunicación por medio de la palabra en los chicos, desde pequeños, interesarnos por las situaciones cotidianas que viven en el jardín, preguntarles, escuchar lo que nos cuentan, crear ese vínculo de confianza entre padres e hijos que, desde la más tierna infancia, irá construyendo los cimientos para una futura relación adulta basada en el diálogo.